¿Realmente es posible divertirse aprendiendo? ¿O es sólo una manera de engañarte para venderte cursos?
Uno de los muchos dogmas de la educación que se van superando poco a poco es que aprender es una tarea aburrida, que se logra sólo encerrándose a memorizar montañas gigantescas de libros y que, por su propia naturaleza, no puede ser divertida. Mientras que en tiempos no tan lejanos se educaba (y se sigue educando) en la dinámica del castigo, cada vez hay una tendencia mayor a educar usando como catalizador la recompensa y la motivación.
El problema que tiene la vía del castigo es que, cuando no hay nadie que vigile que se está cumpliendo con los objetivos, el alumno tenderá a escurrir el bulto y no hacer nada. Es normal, sobre todo cuando la tarea que estamos realizando no es en absoluto de nuestro agrado: es pesada, es aburrida y carece de cualquier tipo de aliciente que la haga atractiva. Incluso una asignatura bonita o interesante puede convertirse en un ladrillo si la forma de transmitirla es la pura repetición monótona de contenidos.
Sin embargo, la vía de la motivación opera con otro tipo de mecanismos emocionales e intelectuales y se preocupa por lograr que el alumno encuentre satisfacción en el propio aprendizaje. No podemos inculcar en todo el mundo el amor por la sabiduría, pero podemos hacer del proceso algo sencillo y natural. Incluso divertido. Y no, no es un tópico para engañar a los niños: es una metodología educativa efectiva y solvente.
Lo que ocurre es que tratar la enseñanza de esta manera es más trabajoso: requiere tiempo, dedicación, preparación y ganas… muchas ganas de enseñar. Cuando no hay movimiento o renovación en el personal docente de un centro o institución, tampoco suele ocurrir que las metodologías cambien o se actualicen. Es el propio sistema educativo el que favorece que ocurran este tipo de cosas.
El sistema convencional pone al alumno en la tesitura de tener que hacer cosas que no le gustan para conseguir algo que necesita (adquirir conocimientos). Las nuevas metodologías proponen alcanzar ese objetivo necesario aplicando otros patrones: atención a la diversidad, motivación personal, dinamización de las clases, pensamiento autocorrectivo, mucha práctica y feedback constante entre el docente y el alumno.
Sólo creyendo en un modelo educativo distinto es posible crearlo. En AIP incluso hemos ido un poco más allá y hemos convertido nuestra academia de Valencia en una pequeña gran familia. No solo nos limitamos a dar cursos de idiomas, sino que nos esforzamos por organizar actividades muy variadas y divertidas que sirven también para crear vínculos entre los alumnos y favorecer la adquisición del idioma deseado.
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